"-Si me quisieras, -me dijiste- no te importaría verme feliz con alguien, aunque ese alguien no fueses tú, sino otra.-Entonces no te quiero, te necesito.-¿Y qué hay de bonito en eso? Las necesidades son enfermizas, traicioneras. Yo no quiero que me amen de esa forma. No quiero, cuando me vaya, ser la causa de un dolor inexplicable.
Y tenía tanta razón, que nunca quise dársela. Reconocérselo. Que yo lo necesitaba antes de preguntarme si le quería. Yo tenía un vacío, y ese vacío le llamaba. Si las noches se me hacían largas, jamás creo que supiera que era porque yo alargaba los minutos y nos metía a los dos en esos instantes, y me imaginaba un mundo a su lado. Hacía frío y mi cuerpo le buscaba. Yo no imaginaba que existiese otro calor que aquel que pudiese darme él, acercándose tanto a mí, que entre su piel y la mía no hubiese espacio para el invierno. ¿No hay amor en eso? Solo necesidad, me dijo. A lo mejor no sé querer sin compartir, sin ser yo el epicentro del deseo de alguien. A lo mejor la soledad me ha vuelto egoísta y no sé tener las cosas a medias. Lo quería para mí pensando que no existiría otra que pudiese mirarlo a los ojos y encontrar allí un precioso infinito. ¿Cómo no necesitarle? No se me ocurre mirarlo de esa forma y soportar que quiera irse.
Yo podría ser un desierto, por supuesto. Un desierto donde no está su calor, y donde entre su piel y la mía hay suficiente espacio para que quepa el peor de los inviernos."
Sergio Carrión
No hay comentarios:
Publicar un comentario