No sé de qué era, ni tampoco sé por qué la recuerdo cuando hubo tantas otras cosas preciosas que me dijo, aquella noche y todas las demás.
Aquella frase me marcó, en ese momento quise decirle que toda yo era una herida y que sería muy difícil poder curar la suya. Al final no hizo falta, lo descubrió él mismo. Y se fue. Y la herida se hizo más grande y ya no hay quien pueda entrar si no es él.
Hay tantas cosas que quise decirle y no tuve tiempo, tantas cosas que quiero decirle y no me atrevo, y tantas cosas que querré decirle y no podré.
Tan sólo me queda escribir aquí cuando tengo valor para hacerlo, o cuando estoy tan destrozada que no encuentro otra manera de curarme.
La inspiración no siempre nace de las cosas bellas. Eso lo he aprendido con él.