Salgo escopetada. Sin mirar hacia dónde voy, sin notar el
frío, sin fijarme en la gente con la que me tropiezo por la calle. Y juro, me
juro a mí misma que no volveré a dejar que me engañen. Nuestra historia ha
terminado, ha terminado para siempre. También las estrellas se apagan, también
el deseo desaparece. De todas formas, ya no quiero escuchar mis deseos, porque
solo me impulsan a hacer tonterías. Quiero estar únicamente con las personas
que me hacen sentir bien, con las que piensan de verdad en mí.
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