Es todo tan complicado últimamente.
Ya no sonrío tanto. Me quedo sentada en la cama, esperando, que es como consumirse pero sin echar humo. Y el tiempo pasa lento. Muy, muy lento. Los días se confunden, a veces un domingo dura una semana (y no sólo por la cuarentena).
Me miro a los ojos en cada espejo y creo haberlo comprendido. Todo se ha ido acumulando dentro, como cuando barres el polvo debajo de la alfombra. Nadie ve la suciedad que esconde lo que callas. Nadie.
Duele. Es eso, que no me atrevo a luchar contra los monstruos. Cierro los ojos y necesito pensar que se puede escapar alejando lo demás de ti.
Pero no es así. O te enfrentas a ellos o te consumen.
Quisiera volver atrás, tomar otros caminos. Basta, consigo decirme a veces. Y me hago creer que no fue mi culpa.
Me miro a los ojos en cada espejo y por fin lo he comprendido.
Lo único positivo de todo esto es que por fin sé que de frágil no tengo nada.
¿Cuándo dejaremos de tener miedo?
¿Cuándo nos querrán libres?
¿Cuándo lo seremos?
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