El tiempo sigue arañando mi corazón sincero. Y no me apetece soltar más lágrimas que se sequen cuando se rompen en el suelo. No quiero sufrir más por estos sentimientos que me empujan a un vacío desconsolador, sin besos.
Estás en cada uno de mis sueños y en cada uno de mis anhelos. Estás en mis ilusiones y estás en mis miedos. Estás al final de mi camino, en el horizonte de mi deseo. Sin embargo, yo quiero que estés aquí, en este momento. Y en todos los momentos. Y no te veo. No, no te veo.
¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué no me atrevo a ir más allá de estos estúpidos textos? Tú sigues con tu vida y yo continúo mi paseo por la orilla de mi sombra, que oculta mi verdadero secreto.
Me encantaría que recogieras cada uno de los pedazos de mi corazón y los acariciaras haciéndolos tuyos. Quiero ser para ti, y que me quieras tanto que le duela al dolor. Ojalá fuera así. Ojalá me atreviera a robarte un beso y a mirar hacia el futuro en tu mismo espejo. Un futuro sin miedos.
No sé qué hacer, cómo hablarte, qué decirte. Si me atreviera a contarte cómo pienso, cómo quiero...Si me atreviera a buscar en tus ojos lo que tanto, y tanto, y tanto dolor me causa...Da lo mismo, porque esto seguiría así, porque soy cobarde. Porque aunque diga lo contrario a los cuatro vientos, soy incapaz de atreverme a revelar mi auténtico yo. Soy como una tortuga pequeña en medio del desierto. Sin agua, sin fuerzas, sin seso. Dentro de un caparazón demasiado pequeño y del que no sé salir, en el que poco a poco me muero. Necesito razones y tu mano para tirar de mí y demostrarle al mundo que existo. Que existimos. Aunque sea en pleno desierto.
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